martes, 23 de noviembre de 2010

Y así comienza...

Se dice que desde tiempos carentes de memoria, existe una palabra más poderosa que odio o amor, que Dios o libertad, que miedo, piedad, ira y esperanza. Quienes conocen su verdadero significado han preferido dejarla caer al olvido. Otros confabuladores de creencias la han plantado como un susurro que recorre los cimientos de grandes catedrales, esperando que justifique la fe de sus asiduos. Incluso hay quienes dicen que se esconde  inconscientemente en grandes himnos, cantares de gesta y medicinales recetas de abuelas.

Encierra en si el misterio de la vida. Fue secreto masónico, dogma apócrifo y poesía breve. A su vez, es la pregunta a la última respuesta sobre la vida, el universo y todo lo demás y, de hecho, por ello no puede darse a conocer abiertamente mientras su respuesta sea 42.

En cualquiera de sus versiones, solo tiene un único y fundamental problema: nacida de un sueño, no puede ser escrita. Escapa a la tinta de las plumas y a las mentes de aquellos que la piensan con intención de publicarla. Provoca inesperados apagones de computadoras y errores de sistema en procesadores de texto.


Hay estudiosos que corren tras de ella sin nunca alcanzarla, refutadores que la reconocen por su inexistencia y aventurados que fanfarronean con solo decirla al oído de hermosas damas para aprovechar a mentirles un piropo.


Bienvenidos a su leyenda: las anécdotas de un grupo de  locos en una ciudad cruzada que buscan surcar lo urbano escapando a la vigilia. Siéntase libre de expresar su agrado o disgusto por lo aquí volcado. Libre de examinar los escritos presentados en búsqueda de tan magnífica, tan fantástica palabra.... 


O mucho mejor, simplemente, siéntase libre.

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